Pues aquí estamos con una nueva entrada del blog. En esta ocasión, para mostrar un anuncio que aparecerá dentro de la trama de "La Vida en la Cima".
No hay nada como el hogar. Todo hombre es el rey de su casa, y lo único que desea para su familia y el mismo, es tener un buen techo donde refugiarse del frío en el invierno, y en el verano tener un buen plan de vacaciones para huir del calor del "Hogar dulce hogar", para así poder regresar en invierno y vuelta a empezar.
Todo muy bonito, si. Pero no deja de sorprenderme esos anuncios donde salen familias felices por haber adquirido un departamento donde Cristo perdió el moño, cuando para empezar no hay familia humana que pueda vivir tal y como lo muestra la publicidad, y mucho menos gastarse el dinero en algo tan trivial como es la adquisición de una vivienda.
Para empezar, estas "familias felices" están compuestas por un padre joven, fuerte y guapo, seguramente con un trabajo de oficinista metido a modelo, con poco tiempo o ninguna gana de tener descendencia de doce años de edad, y que siempre aparece caminando descalzo por la playa.
Después su abnegada esposa, hembra maternal que dedica su tiempo a mantenerse divina de la muerte para su hombre y para envidia de sus amigas (nunca cocina, ni limpia y ni tan siquiera trabaja en nada de nada).
Y los hijos, dos, un macho y una hembra por norma general, clasificados en niña pizpireta, cursi hasta la nausea que corre el peligro de convertirse en una mala copia (peor incluso) de su madre, y el niño con pinta angelical de lagrima fácil (futuro inconformista social) que consigue todo lo que quiere gracias a su aspecto.
Para ser sincero no he conocido ninguna familia de estas ( ¡y ni ganas!). Lo que si he visto es gente tratando de llegar a este grado de perfección y fracasar estrepitosamente en el intento. Os aseguro que no es nada agradable.